LOS OTROS


No son fantasmas de una película, ni sombras, ni enigmas. Los otros no son rivales, ni amenazas, ni problemas. Son la vida que pasa por mi vida. Son vínculos que dan sentido a cuanto hago. Si me detengo – ahora – por un instante, descubriré que son muchos los rostros que guardo. Son los “otros”.

Hace tiempo que vengo sintiendo que, cada vez más, el horizonte de las gentes de nuestro tiempo se estrecha hacia un “yo” demasiado endeble. ¿Cómo romper las burbujas, las barreras, las estrecheces, hacia un nosotros lo más amplio posible?.

1. A AMAR SE APRENDE

Dulce María Loynaz“Más vale ración de verduras con amor que carne de vacuno con odio” (Prov. 15, 17).

POEMA SIN NOMBRE

He de amoldarme a ti como el río a su cauce, como el mar a su playa, como la espada a su vaina.He de correr en ti, he de cantar en ti, he de guardarme en ti ya para siempre.Fuera de ti ha de sobrarme el mundo como le sobra al río el aire, al mar la tierra, a la espada la mesa del convite.Dentro de ti no ha de faltarme blandura de limo para mi corriente, perfil de viento para mis olas, ceñidura y reposo para mi acero. Dentro de ti está todo; fuera de ti no hay nada.Todo lo que eres tú está en su puesto; todo lo que no seas tú me ha de ser vano.En ti quepo, estoy hecha a tu medida; pero si fuera en mí donde algo falta, me crezco... Si fuera en mí donde algo sobra, lo corto. Dulce María Loynaz.

A veces me digo que no sé si amo. Dudo cuando me digo que amar es mucho más que valorar lo que alguien me aporta. Va mucho más allá de estar bien con alguien (y, desde luego, mucho más allá de estar bien “yo”). Pero luego me digo que no hay (no aquí), amor perfecto, que querer es un camino, un horizonte, una meta, y algo que se aprende y cambia tantas veces…

Es el amor perfecto y paciente y apasionado, pero también la búsqueda cotidiana de comprensión. Es la emoción sublime, y al mismo tiempo el montón de sentimientos cotidianos más indefinibles. Es la alegría y también la rutina; la pasión y la tranquilidad. La risa y la bronca. La disculpa y la comprensión. Aprender a amoldarse un poquito (o mucho) a otros.

2. PENSAR EN DOS O MÁS

LOS PUENTES

Yo vi un puente cordial tenderse generosode una roca erizada a otra erizada roca,sobre un abismo negro,profundo y misteriosoque se abría en la tierracomo una inmensa roca.Yo vi otro puente bueno unir las dos orillas de un río turbio y hondo,cuyas aguas cambiantesarrastraban con furia las frágiles barquillasque chocaban rompiéndose en las rocas distantes.

Yo vi también tendido otro elevado puenteque casi se ocultaba entre nubes hurañas…¡Y su dorso armonioso unía triunfalmente,en un glorioso gesto,dos cumbres de montañas!...Puentes, puentes cordiales… Vuestra curva atrevidaune rocas, montañas, riberas sin temor…¡Y que aun sobre el abismo tan hondo de la vida,para todas las almasno haya un puente de amor…! Dulce María.

“Quien desprecia a su prójimo peca, dichoso el que se apiada de los pobres” (Prov 14, 21).

Desterrar (a ratos) el yo quiero, yo busco, me gusta, me llena… y conjugar más a menudo el sentimos, necesitas, esperas, ¿quieres?

Intentar ponerme en el lugar de quien tengo cerca –en la piel de mi madre, en los problemas de mi hermano, en las dudas de mi pareja, en la tristeza de quien pide a la puerta de mi iglesia, en la incertidumbre de ese compañero de trabajo, en la soledad de quien está malhumorado, en la mirada perdida de aquel niño, en los gestos de angustia de esa madre, en esa sonrisa esforzada…

Tratar de comprender inquietudes y anhelos que no son los míos, luchas en las que no participo. Tender puentes, para ir tejiendo una maraña de relaciones en la que los límites entre tú y yo, nosotros y ustedes, lo mío y lo de todos, cada vez queden más difuminados. (Anexo: los puentes).

Dedico un tiempo a pensar en esos otros de mi vida, en sus preocupaciones, en su oración, en sus miedos, en sus problemas… En los otros cercanos. En otros un poco más lejanos.

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