Coloquios Internos

EL MUNDO CUANDO CONVERSAS

Admiro a la gente que tiene capacidad para conversar. No a los charlatanes, de verborrea incesante pero a veces vacía. Tampoco a quienes se escuchan a sí mismos, y entienden que el otro es únicamente público. Admiro a esos otros que son capaces de escuchar para compartir historias, bucear en sus vidas, comunicarse desde la alegría y el dolor, desde la palabra y la mirada… no necesariamente con conversaciones trascendentes o profundísimas. A veces es el comentario de la última noticia, la narración sencilla de lo ocurrido en la jornada o la pregunta sincera por el otro. Y es que cuando conversas de verdad, cuando compartes un poquito de ti y del otro, parece que el mundo es más cálido.

1. LA PREGUNTA EN LOS LABIOS

«Jesús se volvió, y al ver que lo seguían, les dice: “¿Qué buscáis?” (Jn 1, 38)

Si me descuido pierdo la curiosidad, la inquietud, la atención. La prisa puede matar la capacidad de contemplar, y de compartir. Y entonces dejas de preguntarle a la realidad qué esconde tras su fachada habitual. Preguntar al semblante turbado, “¿qué ocurre?”. O a la risa contenida “¿qué tienes hoy…?” Sí, vivo a veces demasiado rápido. De un lado a otro, de casa al trabajo, de una tarea a la siguiente… Y me falta la ocasión para hablar un rato con mis gentes, sin temer que el teléfono interrumpa, que el reloj me recuerde que tengo que arrancarme o que las tareas pendientes me llamen.



DOS PALABRAS



Esta noche al oído mehas dicho dos palabrascomunes. Dos palabras cansadasde ser dichas. Palabrasque de viejas son nuevas.Dos palabras tan dulces,que la luna que andabafiltrando entre las ramasse detuvo en mi boca.Tan dulces dos palabrasque una hormiga paseapor mi cuello y no intentomoverme para echarla.Tan dulces dos palabrasque digo sin quererlo¡Oh! que bella, la vidaTan dulces y tan mansasque aceites olorosossobre el cuerpo derraman.Tan dulces y tan bellasque nerviosos mis dedos,se mueven hacia el cieloimitando tijeras.Oh, mis dedos quisieranCortar estrellas. Alfonsina Storni
PREGUNTA: ¿Encuentro espacios para comunicarme de verdad con quienes importan en mi vida, para saber de sus preocupaciones y alegrías, para compartir la rutina, los pequeños o grandes problemas, las historias mínimas?

2. JESÚS, UN HOMBRE DE PALABRA

«Y la palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros». (Jn 1,14)

Nada serán mis palabras si no encuentran otra boca que las cante y las olvide y las devuelva a la sombra. Allí quizás amanezcan, vagas ciudades ruinosas, y a otros solos lleve el aire la nostalgia de su aroma. Nada será lo que soy si en los otros no se apoya: mi presencia en otro hombro, mi esperanza en su congoja. ¡No me dejes amarrado, demente, al ánima sola! ¡Mira que voy a mi infierno si no hay pecho que me acoja! El que pasa me sostenga, la voz pueril sea mi roca, en ellos soy, y con ellos pediré misericordia.
(Cintio Vitier)

Creo que el Dios que descubro en Jesús es un Dios que habla. Me gusta verle conversando… con los heridos en el camino, atento a su dolor; con los amigos en Betania, relajado y confiado; con el terco Pedro o el inquieto Zaqueo. Me lo imagino hablando con palabras que llegan hondo, y escuchando las historias desgranadas por hombres y mujeres necesitados de encuentro. Supongo que su escucha no es mecánica, sino personal, y su palabra es sincera. Y, en el silencio, querría conversar con Él, y aprender de Él a conversar con otros.

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