Árbol de Colores

Escrito por: El Waro

¿Por qué el árbol debe ser necesariamente de color verde?, fue la interrogante que Bettina me había enunciado, cuando ella estaba reflexionando sobre una mesa donde había observado a dos niños que estaban pintando la vida. Uno pequeñito que estaba dibujando un árbol de color azul con mucho entusiasmo y empeño. Creando vida. Pero esta muestra de libertad afectaba a otro niño más grande, disciplinado y tecnificado que no aceptaba el color azul del árbol, porque obviamente el color correcto y normal es el verde. Entonces, con voz de autoridad, que todo lo sabe, el niñote le increpó al pequeñín su trasgresión imaginaria, lo cual aumento la estadística de niños de la calle sin colores ni esperanzas.

El escritor alemán Johann Wolfgang Goethe también se había planteado una pregunta parecida porque el mundo estaba siendo gobernado por el poder de la razón. Ni los sueños parecía que eran ajenos. Entonces, ante el desborde de modernidad, que todo lo sabe, él dijo: “"Toda teoría es gris, querido amigo, y verde es el dorado árbol de la vida”. Un árbol que trasciende el color verde para ser dorado. Es decir, vida y esperanza en las experiencias cotidianas, más allá de la fría razón. Encontrar el dorado y azul escondido en los espacios públicos y privados, dentro de la casa, en las aulas, el trabajo y en la calle.

“Saber escuchar”, fue el reto reflexivo que planteó Michael el sábado pasado, entonces propongo las siguientes interrogantes: ¿Cómo escuchar a los niños del magis comedor? ¿Cómo escucharnos entre los voluntarios magis? ¿Por qué el árbol magis debe ser color verde? ¿Por qué el “magis comedor” se debe llamar “magis comedor”? ¿Por qué los decidir qué jugar niños deben ser separados por edades y mesas para dibujar árboles de color verde? ¿Cómo evitar que el voluntariado se vuelva un obligatoriado?

El obligatoriado no fue ajeno a la mesa de plastilina que estaba bajo mi responsabilidad. Cuando la mesa estaba llena de niños sin distinciones de edad, sexo y colores, recibí una orden de arriba. La libertad se transformó en reglas de color verde: del voluntariado al obligatoriado. Entonces, como soldado de Dios, tuve que decirle a un niño de 7 años que la mesa no es para él porque es muy “grandecito”. Pero el niño resistió la orden castrense y castraste de la imaginación. No me quedó otra que decirle que se quede en la mesa plástica porque a mi edad de 34 años también me gusta jugar con plastilina. Por algo me he vuelto un plastilólogo.

El reto es saber escuchar, pero también saber entender que los árboles pueden ser azules y dorados. Que el comedor magis puede ser magis pan del alma u otras metáforas. Que los niños puedan y pintar, pero sin afectar el derecho de los demás a soñar y crear. Finalmente, tener la posibilidad como voluntarios de reencontrar ése árbol de colores que tuvimos cuando éramos niños, pero que la razón, que todo lo sabe y obliga, nos hizo ajeno con su seriedad institucional. Al dejar de lado el saber escuchar con la sinceridad del alma.

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